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03-11-2025 12:20 - Básquet

“Fue una cosa maravillosa”: en un nuevo aniversario del Mundial de Básquet que ganó Argentina, habló su capitán de 100 años

Se cumplen 75 años de la histórica consagración en el primer Mundial FIBA, disputado en Buenos Aires en 1950. Ricardo “Primitivo” González, capitán de aquella Selección y único sobreviviente del plantel, revivió la gesta que marcó el nacimiento de la identidad del básquet argentino.

Autor: DeporTV
03-11-2025 | 12:20
Primitivo González recordó la gesta de 1950 (Foto: X@cabboficial).
Primitivo González recordó la gesta de 1950 (Foto: X@cabboficial).

El 3 de noviembre de 1950, Argentina levantaba en el Luna Park el primer trofeo mundial de básquet de la historia. Fue una conquista deportiva que trascendió el resultado: significó el nacimiento de una identidad colectiva, basada en la preparación rigurosa, la camaradería y el orgullo por representar al país.

A los 100 años, Ricardo “Primitivo” González todavía puede describir con detalle los días de aquella aventura que lo marcó para siempre. “Yo creo que fue una cosa maravillosa, sobre todo, la gente, cómo lo vivió. Salimos campeones porque lo merecimos, jugamos muy bien. Y no solamente jugamos muy bien, sino que hicimos las cosas muy bien, que después nunca se repitieron”, recuerda, con la serenidad de quien fue testigo directo de una epopeya.

Desde su hogar, con la camiseta conmemorativa del seleccionado argentino sobre los hombros, González revivió en diálogo con la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) cada escena de aquel torneo que transformó al básquet nacional en una pasión popular.

Una preparación adelantada a su tiempo

El camino hacia el título comenzó mucho antes del primer salto inicial. En una época sin estructuras profesionales ni concentración prolongada, el plantel nacional se aisló durante semanas en el estadio de River Plate para entrenar con un nivel de exigencia poco habitual para la época.

Nosotros concentramos en River, en la cancha que está ahora. Vivimos cuarenta días antes de jugar el campeonato. Nos entrenábamos a la mañana físicamente, salíamos a correr alrededor de la cancha, después tirábamos cien tiros al aro... A la tarde, otra vez al gimnasio. Era una exigencia tremenda, pero necesaria.

 

Ese esfuerzo no solo fortaleció al grupo en lo físico, sino también en lo emocional. Los casados podían volver a sus casas una sola noche por semana; los demás, casi no tenían descanso. Sin embargo, todos comprendían que de esa preparación dependía el sueño de competir de igual a igual con las potencias mundiales.

El trabajo minucioso también incluía el control estadístico de cada entrenamiento, algo inusual en ese tiempo. “Tirábamos cien tiros al aro, pero de foul, con un compañero. Llevábamos estadística, todo. La primera semana el promedio era treinta de cincuenta. La última semana, antes del torneo, ya era cuarenta y siete. Yo casi todos los días embocaba cincuenta de cincuenta”, cuenta con orgullo. Aquella obsesión por la efectividad fue, según él, una de las claves del título: “En los partidos también tuvimos muy buena efectividad: ochenta y dos por ciento de foul y setenta y ocho de cancha. Una maravilla”.

 

El Luna Park, escenario de una fiesta inolvidable

El debut con una amplia victoria sobre Francia fue solo el comienzo de una campaña sólida. Argentina superó a Brasil, Chile, nuevamente a los franceses y a Egipto antes de enfrentarse a Estados Unidos en la gran final. Cada paso fue consolidando una idea de juego basada en la defensa, la intensidad y la precisión ofensiva.

Sobre aquel duelo decisivo ante los norteamericanos, González rememora: “Fue un partido cambiante. Ellos eran muy altos, pero nosotros estábamos muy bien preparados. Sacamos diez puntos en el primer tiempo y los mantuvimos. Furlong estuvo bárbaro, era un jugadorazo. Merecimos ganar ese Mundial, y así fue”.

Argentina le ganó la final a EE.UU. (Foto: X@cabboficial).
Argentina le ganó la final a EE.UU. (Foto: X@cabboficial).

El Luna Park fue una caldera. Más de 20 mil personas vibraron con cada punto, en un clima de euforia pocas veces visto. Para el capitán, ese apoyo del público fue tan determinante como el trabajo dentro de la cancha: “La gente nos acompañó muchísimo. Montón de gente vino. El equipo mereció ganar el Mundial. Si hacés las cosas bien, como se hicieron, hasta las estadísticas te lo dicen. Con esos números, no sé quién te gana. No éramos solo compañeros: éramos amigos”.

 

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