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28-07-2025 09:58 - BOXEO

Uby Sacco: un campeón derrotado por sus demonios que hubiera cumplido 70 años

Fue un boxeador distinto, dueño de una técnica admirable y de un coraje a toda prueba arriba del ring. Pero su carácter indisciplinado y rebelde lo empujaron hacia los abismos de las drogas y los excesos que terminaron con su vida.

Autor: DeporTV
28-07-2025 | 09:58
Uby Sacco durante una sesión de entrenamiento. Foto: Archivo.
Uby Sacco durante una sesión de entrenamiento. Foto: Archivo.

Su trayectoria en el boxeo argentino y mundial fue como una estela; un haz de luz que brilla con fuerza en el firmamento nocturno durante un instante preciso, único y deslumbrante, pero que de repente se apaga, como esos sueños que se van dejando una ilusión que se frustra en medio de un abismo.

La metáfora remite a la vida de Uby Sacco, un gran púgil que se dejó dominar por los demonios que lo acecharon y terminaron por devorar su alma. Un campeón que se derrotó a sí mismo y que en un día como hoy hubiera cumplido 70 años.

Ubaldo Néstor Sacco nació en Buenos Aires y a los pocos años se trasladó a Mar del Plata, la ciudad donde vivió su niñez, su juventud y edificó su carrera como boxeador profesional que en 1985 se consagró campeón del mundo de la categoría Welter.

Su padre, Ubaldo Francisco Sacco, supo construir una apreciable carrera como boxeador en los años ’50, una época dorada del pugilato argentino.

En aquellos años, Sacco padre se midió con peleadores de la talla de Eduardo Lausse, Andrés Selpa y el chileno Estanislao Loayza que brillaron en esas multitudinarias veladas que se desarrollaban por sábados por la noche en un estadio Luna Park repleto de fervor y expectación.

Don Ubaldo libró más de un centenar de combates, pero las secuelas de un accidente en moto le impidieron seguir en los rings y debió volver a su Mar del Plata natal, donde estableció un gimnasio y se dedicó a formar jóvenes talentos en el deporte de los puños.

Siguiendo un mandato paterno o por simple vocación, Uby comenzó a tirar golpes y ensayar fintas en las rutinas pugilísticas del gimnasio de su padre, y con el tiempo se convirtió en su mejor discípulo, en la joya de la cantera del boxeo de la ciudad Feliz.

Muchas veces, casi en la mayoría de las oportunidades, los peleadores tiene un origen humilde, y el boxeo es una oportunidad de escapar de las privaciones que impone la pobreza.

No era ese el caso de Uby, que creció en un hogar de clase media junto a otros dos hermanos en el cual se cultivaba un mandato tan claro como simple: “O se estudia o se trabaja”.

Siempre rebelde y contestatario en su hogar, dejó el colegio secundario industrial en el cuarto año y empezó a boxear como profesional de forma prematura.

A Uby le gustaban la noche y los boliches, y de tanto en tanto recalaba en alguna dependencia policial, tras alguna reyerta a mano limpia.

Con su padre tuvo una relación complicada, difícil y plagada de esos desencuentros que se producen entre un hijo medio díscolo y un padre demasiado recto.

Pero el talento que mostraba Uby cada vez que se ponía los guantes hizo que su viejo siempre respaldara su ascendente trayectoria.

Dueño de una técnica deslumbrante y de una admirable valentía, Uby Sacco llegó rápido al Luna Park y se hizo un boxeador taquillero que empezó peleando los miércoles, y luego en las peleas de fondo de los sábados. Así fue como alcanzó el título argentino y sudamericano tras vencer a Roberto Alfaro.

Tito Lectoure, dueño del Luna y mandamás del boxeo argentino lo apadrinó mientras subía posiciones en el ranking mundial y parecía que la chance de una pelea por el título mundial era cuestión de tiempo, algo que a Uby llegaría por decantación.

Pero se presentó un escollo que dificultó la ascendente trayectoria de Sacco hijo hacia el centro planetario de la categoría Welter: Lorenzo García, un púgil oriundo de San Pedro, que no brillaba, pero era dueño de una tenacidad y disciplina táctica con la que incomodaba a sus rivales.

García derrotó a Uby por puntos y le quitó el invicto, en la revancha se produjo un empate y el sampedrino se ganó así, a principios de 1984, una pelea por el título mundial ante Johnny Bumphus, a quien no pudo destronar.

Uby volvió a Mar del Plata, y los malos hábitos, las salidas nocturnas se hicieron cada vez más recurrentes y cuando creía que su tiempo había terminado, llegó en julio de 1985 una chance por el título mundial.

De la Gloria al Infierno, sin escalas

La posibilidad de una pelea por el título finalmente se concretó a fines de 1984. Gene Hatcher, que venía de destronar a Bumphus sería el campeón a vencer para Uby.

Se enfrentaron en Fort Worth, en Texas, donde Hatcher sería absoluto local. Sacco llegó a este combate tras más de un año sin actividad, mal entrenado, con una alimentación deficiente y portando sus consumos problemáticos de drogas y alcohol. 

Pese a todo, Sacco estuvo cerca, perdió por puntos en una decisión dividida y para muchos dio la sensación de que el cinturón se le había escapado por poco y se merecía una pronta revancha.
Uby accedió a la chance del desquite en el Casino Campioni D’Italia, cerca de Lugano, Suiza, y el 21 de julio de 1985, con 29 años, vapuleó a Hatcher por nocaut técnico en el noveno round.

Su regreso a Mar del Plata fue memorable y todo un acontecimiento para una ciudad que vio pasear a Uby por sus calles en una autobomba de los bomberos mientras era vivado por los vecinos.

Sin embargo, cuando estaba en lo más alto, en el mejor momento de su carrera, comenzó una deriva que lo alejaría paulatinamente de los cuadriláteros y lo sumiría en sus infiernos.

El italiano Patricio Oliva, un púgil opaco, lo desafió en lo que iba a ser la primera y la última defensa de Uby Sacco como campeón mundial de la categoría Welter. 

El 15 de marzo de 1986, en Montecarlo, un muy mal entrenado Sacco cayó ante Oliva tras 15 rounds y debió dejar su cetro en manos del italiano. “No me ganó Oliva, estaba totalmente atrapado por la droga”, confesaría años después.

La noche de Mar del Plata, las mujeres, los excesos y las peleas constantes en los tugurios más oscuros de la ciudad feliz fueron domando el control de una vida cada vez más alejada de los gimnasios.

Meses después de resignar el título, cayó preso en medio de un procedimiento policial realizado en el bar Strauss de Mar del Plata. Se hallaron drogas, armas y hasta un auto robado.

Uby se hizo un habitué de las crónicas policiales que daban cuenta de los arrestos que sufría por tenencia de drogas y peleas en medio de noches plagadas de cocaína y copas. 

En 1988, terminó en la cárcel de Batan, en las afueras de la ciudad, donde compartió ámbito con Carlos Monzón, quien estaba detenido por cometer un femicidio.

Recuperó su libertad, pero tres años después volvió a prisión por tráfico y consumo; lo juzgaron y lo condenaron a tres años y medio de prisión.

 Salió a las calles, pero no consiguió apartarse de sus abismos. El 28 de mayo de 1997, murió en un hospital de Mar del Plata. Padecía cáncer en sus fosas nasales, meningitis y HIV.

Falleció en compañía de sus hijos, que vieron como su estela de jabs, movimientos de piernas y golpes precisos se apagaba para siempre, al igual que su vida. Tenía 41 años.   

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